Publicado por Francisco Fuentes Siminiani

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De cómo crear el mejor escenario para una posible transformación… y cómo detectar estancamientos y bloqueos vitales en tu proceso de evolución

Hoy no voy a hablar de Cábala, no. No quiero ampliar más información dando solo conocimientos (teóricos); en lugar de eso, voy a detenerme un poco para hablar de cómo podemos interiorizar, de manera práctica, lo que vamos aprendiendo. Sí, creo que es oportuno hacer esa “paradinha”. Va por Pelé.

Para ello me centraré en mi propio proceso (aun a riesgo de parecer narcisista), pues de nada sirve dar “recetas” leídas en ningún libro – por muy sagrado que este sea – si, al final, las cosas no se ponen en práctica. Y ¿qué mejor aprendizaje que el que nos ofrece la propia vida?… ¡¡ esa gran maestra !! Gracias a la vida y a que somos seres conscientes, podemos evolucionar y aprender de nuestras experiencias. Es a medida que vivimos que nos vamos conformando como personas más sabias; me atrevería a decir que no hay persona humana capaz de pasar por la vida sin experimentar un proceso de transformación personal, de la índole que sea. Nadie es inmune a los avatares de la vida. Esta nos obliga a darnos cuenta de cosas, y si no lo hacemos, ya se encargará ella de ponérnoslo otra vez delante de las narices más adelante…

Aprovecharé, entonces, este mes de Escorpio para hacer un alto en el camino y reflexionar sobre dónde estamos. Mirando atrás también se puede avanzar y aprender cosas de nuestro pasado que nos sirvan para el futuro. Observando la propia historia personal, a mí, por lo menos, lo que más se me ancla a la memoria son los momentos difíciles, tal vez porque la intensidad del dolor era mayor y se me grabó a fuego en las entrañas ¿? En Cábala a esos períodos de estancamiento que recordamos más vívidamente se les denomina períodos de crisis, por lo mal que lo pasamos. Sin embargo, he de decir que es gracias a esos años de “confusión” que siento que he podido evolucionar más como persona, por más que, al principio, es cierto que los percibí como una gran traba para para mi desarrollo vital.

Etapas de bloqueo sufrimos todos en la vida, al igual que las atravesamos, también, en un proceso terapéutico. La ventaja de que estos “callejones sin salida” ocurran en un proceso de análisis es que el profesional que nos trata, si es mínimamente experto, sabrá detectarlos y podrá ayudarnos a trascenderlos, mientras que la vida, en ese sentido, no nos lo pone tan fácil; cuando nos quiere enseñar algo nos “golpea” sin avisar, haciéndonos sentir desasistidos, frustrados, solos o abandonados, según cual sea nuestra tendencia natural a reaccionar frente a la adversidad. Podría identificarse aquí la vida con una gran terapeuta, solo que más rotunda y directa, al estilo de las terapias de Fritz Perls.

Veamos ahora algunos de estos momentos de bloqueo que pueden darse en terapia y su paradójica utilidad. Si me lo permite el lector, aludiré aquí a la psicología tradicional porque creo que su metodología y encuadre han sido objeto de investigación más contrastada y, en ese sentido, aventaja a otros métodos de autoconocimiento menos reconocidos socialmente, como pueden ser la Astrología, la Cábala u otras formas de terapias alternativas.


El Impasse

Pues bien, existe un término en psicología, denominado el impasse que se refiere a ese momento del análisis en el cual el progreso de concienciación sobre uno mismo se estanca, resultando infructífera la relación entre el psicólogo y el paciente. Cuando sucede un “impasse” en terapia, se corre el riesgo de dar vueltas en torno a lo mismo, sin avanzar; nos volvemos incapaces de cambiar el punto de vista y ver los problemas de un modo diferente; puede ocurrir porque nos refugiamos en sentirnos víctimas o, sencillamente, porque el rol que hemos adoptado nos permite dotarnos de un sentido del que, si nos desposeemos, nos perderíamos. El “impasse”por más que sea un término psicológico, puede extrapolarse tanto a los métodos tradicionales como a los alternativos, pues en ambos existe la mediación de una persona (psicólogo, astrólogo, cabalista, etc.), que hace de intermediario para arrojar luz sobre partes que podamos vivenciar como confusas en nuestra vida. Dependerá de la pericia de cada terapeuta que el paciente sea capaz de superar el impasse y se adentre en el proceso de introspección. Para aquellos que les suene muy técnica la palabra introspección, sustitúyanla por “darse cuenta”, pues en realidad lo que hacemos al mirarnos “hacia dentro” no es sino buscar las causas que nos produjeron llegar a esa situación. 

Foto: Jorm Sangsorn

En relación al encuadre, conviene decir que son necesarias determinadas condiciones para que ese “darse cuenta” se produzca. Crear un clima de confianza es algo que el terapeuta no puede perder de vista, pues sin esa confianza no será posible que el consultante se abra, para revivir su pasado; si este se siente incómodo, aflorarán excusas (resistencias) que le impedirán adentrarse en el proceso de autoindagación personal. Lo sé porque yo mismo he pasado por varios psicoanalistas y terapeutas a lo largo de los años y he percibido “en mis carnes” cuando uno “no conecta” con la otra persona. Por eso intento en mis consultas como terapeuta, que la otra persona se sienta a gusto y en confianza y me alegra, también, cuando me lo comentan mis consultantes.


Pero, ¿cómo se produce en realidad ese proceso de transformación?

Si el terapeuta nos inspira la confianza suficiente como para ponernos en sus manos, comenzaremos una segunda fase en la que narraremos nuestras vivencias personales. Aquí el terapeuta se presta a escucharnos y acompañarnos en el proceso para indagar en aquello que pueda pasarnos inadvertido y así poder aprender de ello. La intuición y la libre asociación de ideas son algunas de las herramientas que nos permitirán dejarnos llevar hacia una resignificación del sentido de las vivencias. Dar un nuevo enfoque a la situación nos permitirá adquirir una visión distinta y más global de la propia experiencia, como si reajustáramos nuestras sensaciones y nuestra percepción de lo vivido, para reinterpretarlas desde otro punto de vista, más completo. Este proceso de “auto-revisión” es la base del proceso de transformación personal. Por medio de esta transformación, podemos enlazar nuestra esencia interior con la realidad externa; de hecho, en ocasiones se ha comprobado que una transformación interna puede manifestarse en el exterior de manera asombrosa, cambiando las cualidades físicas del organismo o incluso generando curaciones inexplicables desde el punto de vista de la razón


¿Qué puede hacer el terapeuta para garantizar la introspección del consultante?

Evidentemente, será en última instancia el trabajo del paciente el que redunde en un mayor o menor éxito del proceso de introspección. En todo caso, diría que la experiencia es un grado, pues a menudo el saber identificar momentos “gatillo” que pueden dar lugar a un momento Ahá (de transformación del paciente), puede favorecerse con la experiencia que otorgan los años de ejercicio profesional. 

También el haber vivido el terapeuta situaciones similares, puede permitirle empatizar más con la situación del consultante, lo cual es a veces más importante que la propia formación. Disponer de capacidades innatas que le permitan desarrollar una mayor sensibilidad será aquí un valor añadido.

Hace poco tuvimos el honor de entrevistar en Flippityflop a Christophe Richard Carozza, que fue por largo tiempo ayudante de Jodorowsky. Él nos decía que, antes de comenzar como tarotista, había asistido a infinidad de cursos de tarot. Realmente, haber sido uno mismo aprendiz antes que maestro es una manera muy saludable de conocer “el mapa”; no parece creíble poder guiar a nadie, si antes no se ha puesto uno en la situación de ser guiado


Reconocimiento de la autodeterminación del consultante

Otro aspecto a considerar, como terapeutas, es el respeto a la autonomía del paciente, que es quien, en última instancia, debe reconocer su capacidad de ayudarse a sí mism@. Nosotros, en tanto que guías, no podemos cambiar su situación vital; lo único que está a nuestro alcance es poder crear el escenario adecuado para que el consultante se sienta predispuesto a realizar un ejercicio de introspección. Es aquí cuando a veces me asaltan preguntas sobre cuál es el encuadre ideal que puedo yo aportar para contribuir de manera exitosa al proceso de la persona que confía en mí cuando me solicita una lectura del árbol de vida.

Foto: Jorm Sangsorn

Ya hemos mencionado como requisito esencial para que pueda producirse la transformación del consultante, la confianza hacia el terapeuta. Decirlo es sencillo, pero no es un tema baladí, porque si ya es complicado confiar en alguien en los tiempos actuales, tanto más lo es cuando se trata de hablar de aspectos ligados a la esfera privada, como pueden ser nuestros miedos, deseos, complejos, excesos y defectos. En mi opinión, creo que lo mejor que se puede hacer, es ser lo más auténtico posible. No tiene sentido mostrarse encantador, solo con el propósito de complacer o halagar a un consultante; mucho menos si lo que se pretende es captar “clientes”, como veo que hacen muchos emprendedores que surgen ahora con el propósito de hacernos la vida más fácil, ayudándonos a explorar facetas nuevas de nosotros mismos que nos harán “ser más felices”. 

En este sentido, me remito al sendero 22 de El loco, que posibilita la fe en el proceso; la vida, al final, traerá lo que se necesite; en cambio, si nos esforzamos en que algo ocurra, impediremos que la vida fluya espontáneamente.

No es positivo, por tanto, obsesionarse con el proceso de transformación como imperativo. Es posible que no experimentemos cambio alguno; en tal caso, no pasa nada. Sencillamente no había de suceder. Lo que tenga que llegar, llegará… y si no, bien está. Lo digo porque recuerdo, en mi caso, el tiempo en que estuve en una compañía de teatro gestalt, cuyos facilitadores estaban convencidos de que tenía rasgos de autista porque hubo una temporada en que no manifestaba cambios en mi proceso y hasta me “sugirieron” pedir un diagnóstico de Asperger.

Reconozco haberme sentido por entonces francamente incomprendido y hasta acomplejado por no reconocer esa “barrera” que decían que yo ponía para que otros me conocieran. Menos mal que topé con Jung y descubrí que también los introvertidos teníamos derecho a disfrutar de nuestro mundo interior, porque si no, sinceramente, no sé cómo habría podido sobrellevar aquel aluvión de emociones que pasé en mis casi dos años de “catarsis” gestáltica. Por eso comento que tampoco debemos forzarnos a que se produzca cambio alguno. La transformación es el resultado del proceso mismo, no debe ser el fin.


Cuanto más rápida más confrontativa es la transformación

En relación a la velocidad de los procesos de transformación, podemos diferenciar terapias muy transformadoras en poco tiempo y otras que van sedimentando poco a poco, más lentamente. Entre las que he probado, no puedo por menos que mencionar la ayahuasca (o yagé). Personalmente mi experiencia fue impresionante, pero debo reconocer que el resultado es bastante imprevisible, lo cual, si eres una persona que difícilmente cede el control, puede asustarte para “iniciarte”. No sabría bien explicar con palabras los efectos que tuvo en mí la experiencia, pero desde luego me abrió un mundo que creo que jamás hubiera experimentado por medio de terapias psicológicas…

Dicen que los cambios bruscos no son duraderos en temas de conciencia. Yo estoy de acuerdo con ese principio. Lo mismo me ocurre con experimentar dolor para poder evolucionar. Sí, estoy de acuerdo que es necesario que una situación “te saque de las casillas” para que produzca cierta convulsión en tus creencias, pero, si bien una cuota de dolor puede resultar transformadora, en mi caso particular prefiero exponerme a terapias no excesivamente confrontativas, o al menos más “amables” o respetuosas con la persona. En esta línea recomendaría la terapia morfoanalítica, basada en masajes corporales a base de “toques” que restablecen el equilibrio entre mente y cuerpo; también para quien crea que a través del placer no se pueden lograr procesos de transformación profunda, recomiendo este método, o también el tapping o la bioenérgetica.

Ambas demuestran gran efectividad y se puede percibir sus efectos favorables sobre todo si se asiste a sesiones con periodicidad semanal o quincenal; al menos así lo noté yo durante los años que me puse en manos de una profesional. 


La no necesidad de romper con tu pasado para poder evolucionar

Por último, me gustaría hablar sobre la necesidad de enlazar los procesos de transformación presentes con la vida pasada. Es cierto que existen terapias que promueven cambios muy radicales, a costa de romper los lazos con la vida que llevábamos hasta la fecha.

Creo importante diferenciar el matiz existente entre cambiar de vida y cambiar de creencias. Podemos seguir viviendo como antes, con una mentalidad nueva, sin necesidad de provocar cambios excesivamente radicales tales como romper con la familia, la pareja o abandonar un trabajo.

Foto: Jorm Sangsorn

Es posible que, si trascendemos una manera antigua de pensar, ello pueda acarrear cambiar nuestro estilo de vida y abandonar rutinas del pasado, pero no por ello hemos de identificar un nuevo estilo de vida con una nueva mentalidad, pues eso podría hacernos caer en un vacío existencial del que no sepamos salir.

Tener referencias de personas de nuestro pasado es necesario para “tomar tierra”. A la larga, si nuestro cambio de mentalidad es consistente, veremos que vienen personas nuevas a nuestra vida, sin necesidad de buscarlas desesperadamente. Aconsejo, por tanto, modificar nuestros hábitos más que renegar de lo que hemos vivido. En realidad, lo que estamos haciendo en un proceso de transformación es cambiar las creencias heredadas o aprendidas por otras nuevas más conscientes.

Igual que no hay dietas milagrosas para adelgazar, yo desconfiaría de cualquier terapia que garantice un cambio repentino de tu calidad de vida, porque es probable que inciten a producir cambios fruto de un delirio mental, al vernos gobernados por un nuevo sistema de creencias incompatible con la vida que llevábamos antes de iniciarla.

Por mi parte, soy más partidario de que el cambio en la persona sea más gradual y progresivo, antes que rápido y violento. Desaconsejo, por tanto, las terapias rápidas o terapias de choque; además, si el nivel de tolerancia a la confrontación del consultante es bajo, es probable que el paciente perciba la terapia como agresiva y que la brusquedad del proceso le produzca rechazo y resistencias a someterse al proceso de análisis, perjudicando, en definitiva, el éxito del proceso de introspección. La Cábala, en este aspecto, nos aconseja adoptar una actitud de compromiso con la realidad, para llevar al plano material nuestra esencia espiritual, invitándonos a reflejar en la Tierra toda manifestación divina en nosotros.

No quiero terminar este artículo sin hacer alusión al famoso “sendero de transformación” de una forma de lectura que, aunque se relaciona con la Cábala, no es objetivamente parte de la Cábala tradicional.

Lo comento porque me parece importante diferenciar las vías ortodoxas de conocimiento de otras variantes que, si bien pueden utilizar el árbol de la vida como vía de autoconocimiento, no tienen su base en los textos sagrados del Zohar. Es por eso que creo necesario establecer esa diferenciación entre la Cabala analítica (de gran tradición histórica) y otras formas de autoconocimiento como la denominada “Cabala evolutiva”, que atribuye su origen a la cultura esenia.

En este otro tipo, por ejemplo, se calcula a partir de la fecha de nacimiento el llamado “sendero de transformación”, atribuyéndosele un arcano del Tarot, cuyo arquetipo determinará en qué forma nos va a llegar una época de crisis vital, que marque en nosotros un antes y un después. A ese sendero le denominan “sendero de transformación” y se le identifica con un momento crucial en nuestra evolución vital; determinará, según aquellos que siguen la cábala evolutiva, un punto de inflexión en nuestras vidas. Quien quiera conocer su sendero de transformación personal, puede consultar el suyo en este link que hemos creado para su cálculo.

En el caso de la Cábala tradicional, sin embargo, las crisis no son únicas en la vida, sino que se suceden en la vida de cada uno, alternándose períodos de calma o estabilidad con períodos de cambio. Esta filosofía, a mi entender, se corresponde más con la vida real, pues, si bien es cierto que hay un momento entre los 30 y 40 años en el que alcanzamos una mayor madurez fruto de lo que hemos vivido antes (este podría ser el sendero de transformación), creo que la vida nos expone a un cambio continuo que nos permite evolucionar y transformarnos a lo largo de toda nuestra vida. En todo caso, cada uno que decida por sí mismo, la enseñanza que le ayuda más. No seré yo quien diga qué camino ha de llevar cada cual en su andadura espiritual.

Espero que este breve paseo por los entresijos de la transformación humana te haya permitido descubrir nuevas vías de autoconocimiento para tus procesos de desarrollo personal.

Si deseas que te ayudemos a conocer partes ocultas de ti que puedas desconocer, puedes solicitar una lectura del árbol de vida escribiendo a conocetuarboldevida@gmail.com.

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