Publicado por Francisco Fuentes Siminiani
Utilidad de la templanza (de las cosas que pasan cuando algo “no nos cabe en el ombligo”)
Cuando hablamos de flexibilidad en el árbol de la vida, hemos de remitirnos necesariamente al pilar central (del equilibrio); es a través de los senderos intermedios que somos capaces de ponderar el pasado y el futuro, lo racional con lo emocional, lo individual con lo social, etc.
Como muchas cualidades humanas, la flexibilidad se nota más cuando no está presente que cuando está. Un claro ejemplo se da con los hijos: cuando obedecen y nos hacen caso, lo tomamos como algo normal, pero cuando no son dóciles y nos contestan, de repente nos damos cuenta de que… ¡uy, mira tú! Ahora resulta que son desobedientes…
La rebeldía o resistencia al cambio y las situaciones de confrontación, que en la carta natal se pueden estudiar a través de las oposiciones o las cuadraturas, se materializan en el árbol de la vida cabalístico por el bloqueo de los senderos del pilar central (S2, S14 y S21).
De todos ellos me gustaría centrarme hoy en el sendero 14 (la templanza), ya que supone un paso decisivo en la transformación de la persona, por cuanto que lleva aparejado el inicio del plano transpersonal, como una extensión de lo personal. Ese avance, aparentemente insustancial, favorece el entendimiento de posturas, actitudes y formas de pensar diferentes a la nuestra, siendo, por eso mismo, uno de los senderos más difíciles de aprender. Porque, en buena lógica, no sería factible comprender con nuestro esquema mental maneras de actuar generadas por un esquema que no es el nuestro. ¿Cómo es posible entonces que podamos vivir en concordia?
Veamos algunos casos, para comprenderlo mejor:
Cuando el sendero de la templanza (S14) está bloqueado podemos decir que la energía que fluye entre Yesod (que simboliza el ego) y Tiferet (que simboliza la identidad) se estanca e imposibilita a la persona adaptarse al entorno, si las circunstancias reales no responden a sus esquemas mentales. Esto redunda en una manera dolorosa de vivir la adversidad, precisamente porque ofrecemos resistencia a aceptar que las cosas, a veces, no son como nosotros las vemos.
Corporalmente la esfera de Yesod corresponde con la zona genital y la de Tiferet con el corazón, por lo que podríamos decir, metafóricamente, que nos quedamos estancados entre la genitalidad y nuestro sentir profundo en el corazón. Pero, ¿dónde exactamente? Pues en el ombligo; de ahí que se diga que cuando alguien es muy cabezota es porque solo sabe mirarse el ombligo y no ve más allá.
Imagínate que eres una pequeña hormiga atrapada en el ombligo de una persona y que el ombligo está lleno de agua y no puedes salir… y tú sin parar de nadar, intentando llegar al borde… y nadas y nadas… pero ¡no hay forma de llegar! Algo así es lo que nos pasa cuando no concebimos lo que otros hacen. En realidad, en términos cabalísticos, cuando decimos eso de “no me cabe en la cabeza” lo que deberíamos decir es “no me cabe en el ombligo”, porque lo que está pasando cuando nos volvemos intransigentes es que no sabemos progresar desde Yesod hacia Tiferet y nos cuesta abrirnos al mundo, por la sencilla razón de que no lo comprendemos, no compartimos esa visión distinta, porque se nos antoja “indeseable”.
De ahí que se diga tan a menudo que, para “evolucionar”, sea necesario desprenderse del Ego a fin de poder encontrar el auténtico Ser, la propia identidad. Esto es algo que el sendero de la templanza ejemplifica con gran claridad y de manera muy gráfica a través de la imagen del arcano 14.
En la carta de la Templanza podemos ver una mujer que está trasvasando el líquido de una vasija a otra, precisamente para “templar” el agua; por eso la vestimenta que lleva es de color rojo y azul (caliente y fría), con objeto de mostrarnos que solo apaciguando el mundo de las emociones podremos ascender a un plano superior. Para poder tener una mente clarividente – nos está diciendo – has de tener paz; no hallarás la calma, si estás alterado por emociones que te exaltan.
Foto: Tarot de Marsella, JC Dusserre, Paris
No solo eso, sino que, además, curiosamente, por uno de estos “milagros” que nos trae la gematría, si sumamos las cifras del número 14, obtenemos un 5, cuyo sendero se corresponde en el árbol de la vida con el Papa o Sumo Sacerdote; su significado alude al disfrute, a la ilusión por la vida y al niño interior. ¿Y quién no ha pensado alguna vez que la vida, tomándola como un juego, es mucho más fácil? Si una cosa caracteriza al arcano del Papa es la despreocupación y la alegría, ingredientes vitales que se nos olvidan cuando estamos en plena crisis, justamente por no querer dar nuestro brazo a torcer.
Pero no acaba aquí la cosa: dentro del intrincado entramado de senderos que conforman la estructura del árbol de la vida, el sendero 14 (la templanza) vemos que, en su camino de ascensión desde la esfera de Yesod a Tiferet, atraviesa un sendero horizontal que une las esferas de Hod y Netzaj: es la Torre (S16); este sendero nos habla de superación personal y aprendizaje de nuestros errores; es decir, de algún modo se aúnan en la templanza nuestra capacidad de adaptación y hacernos sensibles a diferentes puntos de vista con la sabiduría que nos otorga el aprender de los contratiempos de la vida. No en vano, el sendero de la Torre se encuentra entre la Triada del Temple de Ánimo (parte inferior) y la Triada del Despertar (parte superior), ya que solo a través del temple que nos ayuda a calmar nuestra emocionalidad y a no sentirnos víctimas de nuestro ego, podemos trascender nuestra personalidad y contactar con nuestro Yo Superior (Tiferet), “despertando” de esta manera a nuestra verdadera Identidad, para abrirnos al maravilloso mundo de lo transpersonal.
Dicho así suena muy sencillo de comprender. Pero, desgraciadamente, me atrevería a decir que este sendero es uno de los más complicados de transitar. A menudo, el mundo en que vivimos se nos antoja complicado y cruel, no hay más que ver las recientes elecciones que hemos vivido en Madrid en el último mes: políticamente pareciera que no hay forma de conciliarnos ideológicamente, como si todos los partidos se hubieran puesto de acuerdo en intentar ponerse la zancadilla los unos a los otros, continuos ataques allá donde van, como si alguien les hubiera hecho un conjuro para fastidiarles la vida cada vez que empiezan a levantar cabeza.
Es tan fácil dejarse atrapar por el victimismo y la queja… que se nos olvida que el camino continúa y no paramos de defendernos, de reivindicar aquello que creemos mejor, de intentar hacer ver a los otros lo equivocados que están con su manera de ver el mundo y que, si por ellos fuera, acabaríamos todos en lo más hondo del “infierno”. Así es que menos mal que estamos nosotros para salvarlo.
Este tipo de posturas son las que se detectan cuando está el sendero 14 bloqueado: inflexibilidad, afán por llamar la atención, tendencia al exhibicionismo, desconfianza hacia los demás, susceptibilidad ante la crítica, extrema sensibilidad, etc.
Foto: Paul Klee, Le funambule.
Service de la documentation photographique du MNAM. Centre Pompidou.
En nuestro día a día, a menudo nos encontramos como el funambulista del cuadro de Paul Klee, andando y haciendo juegos malabares para no permitir que las circunstancias nos hagan reaccionar, porque anda que si le digo a mi jefe lo que pienso, o a mi marido lo que yo quisiera, la que se iba a montar… Y ahí es donde reside nuestro poder: en poder controlar lo que sentimos y lo que pensamos, para poder ir, poco a poco, avanzando por el inestable sendero de la templanza, sin caernos en el mar de emociones que nos quemaría a poco que las escuchemos.
¿Cuántas veces no habremos caído en chillarle a nuestros hijos por no obedecer a la primera o a ese mal conductor que se nos mete delante cuando vamos conduciendo respetando la distancia de seguridad y nos hace frenar? La lista de personas que nos pueden desestabilizar a buen seguro es muy larga, pero lo importante no es lo que nos digan, sino aprender a mantenernos en paz, poquito a poco, sin perder el equilibrio. Y así, con la práctica nos daremos cuenta de que llegará un día en que podremos, incluso, llegar a escucharlas sin alterarnos, y nos daremos cuenta de que tampoco era tan descabellado lo que decían y que, a lo mejor, con suerte, podemos reconciliarnos porque, en el fondo, no somos tan diferentes.
A partir de ahora, piensa que, cada vez que temples los ánimos estarás haciéndote un favor para construir un mundo mejor, porque, queramos o no, es inevitable que las cosas ocurran. ¡Qué gran liberación es darse cuenta de que, por más que hagamos, no podemos controlarlo todo! ¿Para qué gritar? ¿Para qué resistirse?
Ya lo decía Mercedes Sosa: todo cambia.